He encontrado
comentarios bastante interesantes sobre el Libro de los Libros que los comparto
con los lectores.
El Comentario es de
JOSÉ ANTONIO MILLÁN en la obra de Julio
Trebolle Barrera. La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción
a la historia de la Biblia. Madrid. Trotta. 1993. 672 págs.. Dice así:
“Ante los ojos del ciudadano
medio, incluso culto, la Biblia aparece como una realidad conocida y abarcable:
un "Antiguo Testamento", que compartimos con los judíos y nos viene de
un pasado remoto, y un "Nuevo Testamento", que une a las confesiones
cristianas: dos conjuntos de textos unánimes que articulan dos posturas
teológicas evidentes.
Este marco erróneo y
simplificado refleja no sólo la escasa cultura bíblica propia del catolicismo
(en comparación con los protestantes), sino también el escaso papel que en el
mundo intelectual español juega el debate sobre la Biblia. Las contadas
excepciones —entre las que destaca Roberto Blatt— no bastan para paliar el
alejamiento que también en este campo tenemos respecto a las más importantes
tareas críticas de nuestra época. No es sólo que las Escrituras sean un telón
de fondo de nuestra cultura (sin la que áreas enteras de la literatura y el arte
resultarían ininteligibles): cuestiones vitales sobre hermenéutica, sobre la
modernidad o sobre la historia hoy se dirimen en análisis en que la literalidad
bíblica y la historia de sus interpretaciones juegan un papel destacado.
El libro de Trebolle Barrera
pertenece a un difícil género, la "alta divulgación".
Es muy arriesgado abordar un tema que se despliega en más de 25 siglos —la historia de la Biblia—, con la pretensión de no hurtar los aspectos lingüísticos, textuales, de transmisión o de interpretación, sin simplificar materias complejas, y dejando de lado voluntariamente la perspectiva teológica. Pues bien: esta obra lo consigue plenamente. Hay que apresurarse a aclarar que no estamos ante un libro fácil, por el conjunto de disciplinas a que debe apelar, y los problemas propios de la misma materia. Sí es una obra ordenada, de contenidos jerarquizados (como el libro de texto que también es), y que se complementa con un buen aparato de índices y glosario.
Es muy arriesgado abordar un tema que se despliega en más de 25 siglos —la historia de la Biblia—, con la pretensión de no hurtar los aspectos lingüísticos, textuales, de transmisión o de interpretación, sin simplificar materias complejas, y dejando de lado voluntariamente la perspectiva teológica. Pues bien: esta obra lo consigue plenamente. Hay que apresurarse a aclarar que no estamos ante un libro fácil, por el conjunto de disciplinas a que debe apelar, y los problemas propios de la misma materia. Sí es una obra ordenada, de contenidos jerarquizados (como el libro de texto que también es), y que se complementa con un buen aparato de índices y glosario.
La historia de la Biblia es la
historia de un conjunto de obras independientes, respetadas o reverenciadas en
distinta medida, muchas veces con variantes significativas de una versión a
otra, que sufren a lo largo de los siglos un proceso paulatino y espasmódico de
fijación textual y de inclusión en un canon, distintos ambos (el texto escogido
y el contenido del canon) incluso dentro de corrientes diferentes del judaísmo.
Cómo triunfa y se transmite uno de estos conjuntos, hasta convertirse en el
canon judío (tal vez tan tarde como el siglo II d. de C.), y cómo y por qué se
diferencia del canon del "Antiguo Testamento" que siguen los
cristianos es —junto con la aventura colosal de traducciones y ediciones hasta
alcanzar nuestro siglo—, el contenido de la exposición de Trebolle.
Esta obra se inscribe en la
explosión de estudios bíblicos que siguió a los descubrimientos del Mar Muerto.
La riqueza de obras encontrada en Qumran deshizo definitivamente la rígida
concepción canon/apócrifos para restablecer un panorama proliferante de textos
y de interpretaciones, abierto a influencias de Oriente y de Occidente: un nudo
enmarañado de lenguas, de ideas y de personas. En la batalla en torno a los
textos y su significado se dirimieron cuestiones sustantivas sobre los hombres
y el mundo. Y en esa tarea afloraron problemas (la letra y el espíritu, la
lucha contra el tiempo y el olvido, el yo personal y el colectivo) que son los
nuestros, y se probaron procedimientos (para extraer o preservar el sentido,
para unir nuestra obra a la de quienes nos precedieron) que nos siguen
acompañando hasta ahora.”
Manuel Torres
Espírita Ecuatoriano
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