domingo, 5 de agosto de 2012

BENDICIONES Y MALDICIONES


Allan Kardec, El libro de los Espíritus

BENDICIONES Y MALDICIONES

Pregunta 557 (Libro de los Espíritus)– ¿La bendición y la maldición pueden atraer el bien o el mal sobre aquéllos a quienes les son lanzadas?

Respuesta: – Dios no escucha la maldición injusta, y el que la pronuncia es culpable ante sus ojos. Como tenemos dos genios opuestos, el bien y el mal, puede existir una influencia momentánea, hasta en la materia; pero esa influencia no ocurre sino por la voluntad de Dios y como añadidura de prueba para aquel que es objeto de ella. Por lo demás, a quien se maldice con frecuencia es a los malvados y a quien se bendice es a los buenos. La bendición y la maldición no pueden nunca desviar a la Providencia del camino de la justicia; ni alcanza al maldecido sino cuando es malo y su protección sólo cubre al que la
merece.

Joanna de Ángelis, Lecciones para la felicidad, capítulo 14, aborda el tema:

BENDICIONES Y MALDICIONES

La Justicia Divina establece que cada criatura recoge los resultados de lo que ha sembrado. Nadie sufre consecuencias de situaciones no programadas o el efecto de fuerzas desgobernadas que lo pueden alcanzar, conduciéndole a la felicidad que no merezca o a algún sufrimiento que no tenga razón de ser.

En la condición de constructor del propio futuro, el Espíritu proyecta mentalmente y realiza mediante acciones todo lo que le es compatible y preferible, recibiendo más adelante los resultados de esa conducta.

Es siempre bendecido aquél que sintoniza y cumple los deberes que le corresponden, de los que recibe paz y alegría.

 Se encuentra maldecido, es decir, infeliz, aquél que solamente se complace en lo que atormenta y envilece, o que se beneficia del esfuerzo ajeno sin buscar corresponder dignamente, mediante los recursos que le encuentran al alcance.

No serán las maldiciones ni las ofrendas emocionales que cambiarán el destino de la criatura humana.

Cuando uno no es acreedor de una o de otra concesión, nadie que las desee dirigir, especialmente con propósitos malévolos, podrá lograr alcanzar a aquél a quien son encaminadas.

Las supersticiones y mitos han establecido que los individuos de mala índole tienen el poder de maldecir animales y personas en contra los que dirige sus vibraciones de ira y odio, envidia y celos, o que son remuneradas para esa tarea infeliz. Además, han afirmado que aquellos que se suponen santificados o que se presentan como tales pueden ofrecer bendiciones y perdón para las ofensas practicadas, privilegiando aquellos que pretenden auxiliar.

La Divinidad, de manera alguna, se somete a los caprichos humanos, alterando las existencias según los impositivos apasionados de los seres de la Tierra.

Invariablemente, quien se conduce de manera equivocada y prefiere la convivencia física, emocional y psíquica de otra persona del mismo nivel inferior, se mantiene en situación deplorable, señalado por infortunios y fracasos, que son verdaderas maldiciones. Mientras que todo aquél que elige una conducta ejemplar y convive con personas de buena índole, dedicadas al servicio del bien, vivencia armonía y salud, felicidad y alegría de vivir, que son las inefables bendiciones que le llegan como consecuencia de la conducta que adopta, muchas veces con sacrificios. Sin embargo, las bocas que maldicen y que bendicen, basadas en propósitos serviles o que se sirven de posiciones a las que atribuyen destaque y superioridad, no tienen la correspondiente carga de poder para alcanzar los propósitos que le son atribuidos.
           
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            El mundo de energía es el real, en el que ondas, vibraciones y campos de fuerza lo forman y lo hacen vibrar.

Sin duda, cualquier vibración deletérea o santificante que es dirigida hacia alguien realiza su viaje y, si encuentra campo de resonancia equivalente, le aumenta la carga existente por asimilación. Es decir, aquellos que se encuentran en condiciones de sintonizar con las ondas mentales que existen por todas partes, dirigidas por alguien o no, las captan y se enriquecen con ellas por medio de los mecanismos de identidad energética.

De ese modo, cargas de odio y de antipatía, así como de ternura y de bienestar, de oración y de armonía, alcanzan a aquellos a los que son enviadas, por la identificación de energía en la que se mueven.

No obstante, lo correcto es que cada uno emita las mejores vibraciones de esperanza, envolviéndose en las energías del bien y del amor, buscando vivenciar los sentimientos superiores que lo elevan a niveles más nobles de la existencia, donde se hace más fácil recibir fuerzas para seguir en las actividades a las que uno se encuentra vinculado.

El amor, por sus posibilidades amplias, emite ondas de éxito y de salud, de fraternidad y de alegría que alcanzan a todos aquellos en favor de quienes es enviado.

Por lo tanto, la oración de intercesión es portadora de incomparable poder vibratorio que penetra al ser destinatario mientras vitaliza al dínamo emisor, estableciendo una comunión específica de vibraciones que sostienen la vida y renuevan la capacidad interior para el crecimiento indispensable y la consecuente conquista de la paz.

Cuando alguien ama se potencia de vigor espiritual y, al cultivar la oración, que es la concentración de energía creadora, logra distribuirla en alta potencia, que siempre realiza su tarea.

De esa manera, aquellos que se complacen en enviar maldiciones y blasfeman contra la vida, explotando en vociferaciones de odio destructivo contra quien les desagrada o se les vuelve víctima por cualquier circunstancia, de manera alguna logran los resultados pretendidos. Normalmente, esa fuerza desequilibrada vuelve al punto de donde se origina, constituyendo mayor desequilibrio en el área o en la persona en la que se origina. Se trata del denominado “choque de retorno”, que es el efecto bumerang. Al no alcanzar el blanco, vuelve a la dirección del centro generador.
           
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            Bendiciones y maldiciones constituyen un campo estéril para la realización de planes felices o nefastos, si no hay las correspondientes áreas de sintonía y equivalencia.

Cuando una persona se dedica a pensamientos perturbadores y se complace en enviarlos a todas las direcciones, jamás logra los objetivos infelices que cultiva. No obstante, cuando se trata de ideas elevadas y cargadas de ternura, de compasión, de deseo de progreso para sí mismo o para otra persona, los resultados se vuelven factibles, porque la fuerza más poderosa del Universo es el amor, fácilmente asimilable y multiplicable.

Como consecuencia, corresponde al ser humano crecer en sentimiento y conocimiento, acumulando sabiduría, para transformarse en campo de vibraciones edificantes y libertadoras, contribuyendo de ese modo a favor del progreso de la humanidad en general, libre de las angustiantes e inocuas maldiciones que, periódicamente, Espíritus enfermos le imponen, blasfemando irresponsablemente, sin los resultados que desean…


Espírita Ecuatoriano.

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