Reflexión:
EL BUEN VIVIR PARA EL ESPIRITA

La constitución de la República del
Ecuador, enfatiza el concepto de lo que representa el buen vivir para los
ciudadanos ecuatorianos.
Dicho concepto está básicamente
referido a la consecución de los insumos elementales que permitan la
subsistencia y el desarrollo del hombre en atención a la satisfacción de las necesidades
físicas que todo ser viviente tiene; allí se encuentran conceptualizadas una
variedad de accesos legales que permiten regir una vida de tranquilidad humana
y la atención básica que el Estado debe dar y procurar otorgar a
los hombres que conforman el elemento humano de la nación.
Loable es el principio consignado en el
primer instrumento legal que rige un país; sin embargo deja un “vacío” cuando
observamos que la mayor preocupación apunta únicamente a las formas materiales
de vida y prescinde de consideraciones del orden espiritual. Lógico es suponer
que un instrumento que se refiere a la ley humana, difícilmente va a contemplar
situaciones que pertenecen al plano celestial.
El “vacío” que encontramos es, cuando
restringimos el concepto del ser humano solamente al plano material y no lo
entendemos en su globalidad constitutiva, esto es cuerpo y espíritu(o alma),
vacío que quienes sentimos la existencia del espíritu inmediatamente generamos
la inquietud para llenarlo. ¿Con qué?, ¿Cómo?
La interrogación se presenta y la
respuesta es buscada para tranquilizar nuestra inteligencia e interioridad
espiritual. ¿Acaso, cuando lleguemos al ideal de encontrar un status de buen
vivir, no sentiremos también un vacío que aunque menos doloroso se presentará más
angustioso?
Sinceramente creo que sí. Lidiaremos
con esa angustia encaminada a llenar ese natural vacío y caminaremos como
ciegos por desconocidos caminos, de tumbo en tumbo, sin poder asirnos a una
ruta adecuada.
En la búsqueda de la respuesta se
han parido sin número de filosofías y religiones que traerán paliativos
diversos pero que hasta el momento no han encontrado la satisfacción.
La respuesta, en mi
entender, la tenemos al alcance de nuestra mano, aunque
no la percibimos; la respuesta está en la sabia Doctrina
Espírita que señala los caminos adecuados para transitar en este
mundo de expiación, que satisface las inquietudes existenciales que el hombre
pensante se plantea, que acompaña en la soledad de este tránsito, con la grata
compañía de los buenos Espíritus y sus buenos consejos.
Es la Doctrina del Espiritismo la que
debe llenar ese vacío, traer ese consuelo para revestirnos de la relativa
felicidad que en la tierra podemos alcanzar, para ser el Consolador que nos
prometió Jesús. Es ella, la que nos dará la lógica razón para entender las
aflicciones que nos reviste la vida terrenal; es ella la que nos traerá paz,
cuando bajo sus directrices hallemos tranquilidad en nuestro proceder; es ella
la que nos explicará el porqué de todo lo incomprendido a primera vista; es
ella la que hará que nuestra rutinaria vida se convierta en vivencia
vivificadora para el alma y en socorro y ayuda para los demás. Es ella la que
matará la envidia y nos liberará del tormento; en fin, es ella la que nos
llenará el vacío y nos preparará para catapultarnos a un plano mejor donde los
tormentos de la carne y de la materia desvanecen su importancia.
Sí; el Espiritismo anuncia todo un
compendio de situaciones venturosas para el hombre; no entiendo, porque quienes
se han enterado de esta novedad ofrecida, ni siquiera por curiosidad o
experimentación deciden dar el paso adecuado para pretender conocer el
Espiritismo en su verdadera acepción, sin confundir con supersticiones o malas
informaciones, ni religiones; sino como una filosofía que busca ayudar a los
inquietos Espíritus que no encuentran la adecuada respuesta para mejorar su
buen vivir material y espiritual.
Tú, amigo lector de estas letras, date
la oportunidad de premiar a tu existencia y busca mejorar tu vida actual
proyectada hacia tu vida futura, recuerda que se ha enseñado, “BUSCAD Y
HALLAREIS”.
Manuel Torres Vasco.
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